Aleister Crowley en España

A. Crowley y Fernando Pessoa

A. Crowley y Fernando Pessoa

En el mes de julio de 1908, Aleister Crowley junto con Victor Neuburg viajaron desde París a Burdeos y, desde allí, alcanzaron Bayona. El viaje a España, siguiendo la tradición romántica del XIX era una constante para muchos europeos cultos y no pocos de los que venían a visitarnos lo hacían como turistas. De España les atraía la idea de que era un país todavía atrasado en el que todavía pensaban poder encontrar secretos mágicos. España seguía siendo a principios del siglo XX un destino muy atractivo para muchos ocultistas. Rainer Maria Rilke vino a España siguiendo los dictados de sesiones espiritistas, también hizo su visita al pais el ocultista alemán Dietrich Eckart (mentor de Adolf Hitler), visitando, Barcelona, Jaén y Granada. El interés que tenían estos hombres por España venía mediante una ilusión que se habían creado por el país en que los moros astrólogos y los judíos cabalistas habían vivido, y que según George Borrow,  todavía vivían en el siglo XIX ocultos bajo el disfraz cristiano.

Aleister Crowley había intentado venir a España con anterioridad, cuando una delegación carlista visitó Cambridge (donde este estudiaba) para reclutar británicos en sus filas. Según confesó, quiso unirse a ellos en un plan que consistía en recoger armas y municiones que luego esconderían en un barco para intentar que llegase a las costas españolas. El plan falló ya que las autoridades detuvieron a la embarcación y descubrieron el arsenal.

Crowley y Neuburg saltaron de Francia a España, desde Bayona cruzaron la frontera pasando a Pamplona, Logroño, Soria, El Burgo de Osma, Aranda de Duero y así hasta llegar a Madrid. Una vez en la capital, su destino fue Granada, Ronda y Gibraltar, para luego, llegar al norte de África. En su periplo levantaron en muchos lugares la suspicacia de La Guardia Civil siendo detenidos hasta en tres ocasiones. En la primera ocasión, su aspecto (iban vestidos con ropas de los montañeros de la época) les hizo parecer vagabundos o bandidos, mientras que en las siguientes, los agentes pensaron que eran libertarios clandestinos, pues en esos momentos el país, sobre todo Cataluña y Madrid, se debatían entre: las bombas y atentados anarquistas y la represión gubernamental.

Como dejó reflejado en su diario de Bitácora, los lugares por dónde pasaron denotaban un aspecto de gran miseria:

«La gente de los pueblos de la montaña no parece estar familiarizada con los extranjeros, sobre todo con extranjeros a pie, viendo la mojigatería y miedo atroz al diferente, al «extranjero mochilero».

Señalando Crowley además:

«La Iglesia chupa el alma de esta gente […]. La única ciudad de España que se mantiene es Barcelona, foco de infidelidad y masonerías».

A sus ojos, la gente estaba lejos de ser civilizada, siendo andrajosos y brutales, e inicialmente no lograban empatizar con ellos. De la ciudad de Barcelona, la cual no llegó a visitar, dijo gustarle su leyenda bohemia, sus bajos fondos y su asociacionismo clandestino, no obstante, Crowley hablaba sin saber apenas nada salvo lo que se decía en la prensa extranjera.

Viajó de Pamplona a Logroño y por el Puerto de Piqueras llegó a Soria, esta última le maravilla y su percepción del país empieza a cambiar, diciendo textualmente:

«Me gustaría permanecer en Soria por tiempo ilimitado. Esta pequeña ciudad es una estupenda reliquia de la vigorosa grandeza del pasado. La gente es simpática y no soy capaz de describir con palabras el placer que me produjo la comida que me sirvieron en mi hotel».

El 16 de agosto llega a El Burgo de Osma, justo ese día comienzan sus fiestas patronales de aquel año 1908. De la Villa describe:

«El Burgo de Osma es una pequeña ciudad preciosa, escondida tras una colina, habíamos llegado en un momento psicológico. Justo se iban a celebrar los dos días de fiestas anuales.» 

Por primera vez Crowley va a descubrir el mundo de la Fiesta, y alude sobre ello:

«Por primera vez yo estaba preparado para ver una corrida de toros. Ya estaba yo preparado para comprender y sentir, de forma directa, aquél espectáculo primitivo»

Lo que conocía era tan sólo de oídas y cuando presencia en directo el rito de la tauromaquia queda fuertemente impresionado asociándo lo que ve con lo que conoce como ocultista, considera entonces la fiesta de los toros como un rito mágico en el que la luz intenta imponerse sobre la oscuridad…

«Aquella sangre sobre el lomo el toro bajo la luz del sol del verano español es el más bello color que yo nunca pude ver en toda mi vida. Es, de hecho, muy raro poder ver los colores puros en la naturaleza; casi siempre aparecen mezclados con otros de diferentes tonos. Pero cuando los ves aparecer es algo arrollador.»

Tras dejar El Burgo de Osma su siguiente parada fue Aranda de Duero, en su camino deciden pasar la noche en un pueblo al que llama «Pueblo de la Cocina de Brujas», por su aspecto lúgubre, para llegar posteriormente a Madrid. La capital le deslumbró, se alojó en un hotel de la Puerta del Sol, entre su hotel, bares y tabernas escribió «La psicología del hachís», que apareció en el segundo número de la revista The Equinox. Las mañanas madrileñas se las pasaba enteras en el Museo de El Prado, admirando las obras de Goya y Velázquez, es en Prado donde pudo contemplar la que consideró la mejor obra del mundo, Las Meninas:

«Me enseñó lo que yo quería saber de la pintura: que el sujeto del cuadro es una mera excusa para mostrar formas y colores de tal manera que expresen la parte más íntima y recóndita de su autor.»

En Madrid están una semana y el estado físico de Neuburg no es bueno, por ello, deciden continuar por tren para poner rumbo a Granada. En esta visitaron La Alhambra y Las Alpujarras. El mundo gitano lo transportó a una atmósfera en la que se sentía magnetizado. Tras ir un día a ver bailar y cantar a las gitanas, Crowley vive una noche de amor inolvidable que cuenta en uno de sus poemas de Nubes sin agua:

«Tu pelo estaba lleno de rosas a la caída del rocío mientras bailábamos. La bruja encantando y el paladín en trance. A la luz de las estrellas mientras tejíamos una red seda y acero. Inmemorial como el marmol en las salas de Boabdil…»

El poema titulado La gitana recogió su encuentro con una mujer de la que se quedó prendado, o quizá sublimó con su habitual desbordante imaginación:

La Gitana

Your hair was full of roses, and the (….) that we danced.
The Sorceress enchanting, and the Paladin entrenched.
In the starlight as we wove us in a web of silk and steel.
Immemorial as the marble in the halls of Boaz Dil.
In the presence of the roses, the fountain and the youth.
Where the (…………………….),
with the breezes and the dew.
In the starlight as we trembled from our lastward rest,
and the God came warm upon us in our pagan allegresse.
Was the (……..) too seductive?
Did you feel trough the silence and the softness
all the tension of the steel?
Your hair was full of roses, and my flesh was full of thorns,
and the midnight come upon us worth a million crazy morns.
Ah, my Gypsy, my Gitana, my Celia, where you (….) from the
dance that turned too early?
Oh! Sunny land in Spain!
My Gitana, my Celia, more delicious than the dove,
with your hair strewn with roses, and your lips so nicely-nice.
Shall I see you, shall I kiss you once again?
I wandered far from the sunny land in the southern,
through the icy polar stars.
I shall find you, I shall have you, I coming back again from the (…….)
to seek you in the sunny land of Spain!
I shall find you my gitana, my Celia, as of old with your hair strewn with
roses, and you body gay with gold.
I shall find you, I shall have you in the summer in the south,
with our passion in your body and our love of the world, now.
With our wonder and our worship be the world of flame and you,
My Gitana, my Celia.
I am coming back to you!

Según él todo encajaba y la convirtió en una especie de diosa mística, su Mujer Escarlata, siendo el mismo su servidor y guía.

En tren partirían a Ronda y a Gibraltar, el último día de agosto embarcaron para Tánger, no sin sentir nostalgia al dejar España.

«No necesitamos mucho tiempo para descubrir que habíamos dejado atrás la libertad».

En el año 1930 Crowley volvería a la península ibérica, esta vez, con el propósito de visitar al poeta portugués Fernando Pessoa con quien tenía una relación ligada al ocultismo. Nuevamente volvería a Granada y a visitar la Alhambra, donde decía tener la sensación de haber vivido en una reencarnación anterior:

«…tenía por costumbre ir a la torre occidental para mirar el valle y la ciudad, con la sierra al fondo…»

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